Para Ti
Cuando Adriana Marina fundó Animaná, no solo creó una marca de ropa y decoración sustentable: construyó un puente entre los Andes y el mundo. Economista y fellow de Ashoka, Adriana lidera una empresa que promueve el desarrollo local a través del arte textil ancestral, trabajando junto a más de 8500 artesanos de la Patagonia y la Cordillera.
Cada prenda de Animaná es más que moda: es cultura viva. “Desde 2009 fortalecemos la autonomía de comunidades originarias, preservando técnicas milenarias de hilado y teñido natural”, explica Adriana. El impacto es profundo: desde el empoderamiento económico —con ingresos un 53% por encima del promedio regional— hasta el reconocimiento de estas prácticas como patrimonio cultural.
En un mercado global acelerado, Animaná propone otra temporalidad: “Diseñamos colecciones atemporales, que respetan los ritmos de la naturaleza y de quienes crean”, dice su fundadora. Y con presencia internacional, demuestra que el lujo puede ser sustentable.
La infancia también puede ser un motor de cambio. Desde Rosario, CO.CO —fundada por Paula Marizza y Eugenia Milocco— promueve la economía circular a través de la compra-venta de ropa de niños en excelente estado. “Nosotras vimos que la industria textil es la segunda más contaminante del mundo, y quisimos aportar desde nuestro lugar”, explican.
En sus locales, cada prenda cuenta una historia. Familias enteras participan activamente de la comunidad CO.CO, llevando ropa que sus hijos ya no usan y eligiendo nuevas piezas a precios accesibles. “Nuestros clientitos llegan felices, reconocen sus prendas colgadas y juegan mientras aprenden el valor de cuidar el planeta”, cuentan sus creadoras.
¿El mayor orgullo? Ver cómo los chicos se apropian del concepto. “Una nena de 10 años puso ‘CO.CO’ como marca en el Tutti Frutti. Ese día supimos que algo grande estaba pasando”, recuerdan.
CO.CO no solo viste a miles de niños, también los educa en consumo responsable y dignidad. Ser Empresa B certificada selló un camino de impacto económico, ambiental y emocional que recién comienza.
¿Qué pasaría si los envases pudieran volver al suelo como nutrientes en lugar de residuos? Esa pregunta dio origen a Compostame, la empresa creada por Amalia Ares Giusti y su socia para ofrecer envases 100% compostables hechos en Argentina.
“Desde el nombre —Compostame— ya hay una invitación a actuar”, cuenta Amalia. Con diseños claros, frases como me hago tierra en 180 días y guías descargables, buscan generar conciencia en cada punto de contacto con el consumidor. El objetivo no es solo reemplazar el plástico, sino transformar nuestra relación con los desechos.
Hoy Compostame trabaja con clientes en toda la región y desarrolla nuevos materiales para alimentos de góndola. “La tecnología ya está, pero el desafío es cultural: cambiar hábitos, no solo productos”, señala Amalia.
En un país donde la sustentabilidad aún es un camino en construcción, Compostame marca el ritmo de una nueva industria, local, consciente y regenerativa.
Animaná, CO.CO y Compostame tienen mucho en común: fueron fundadas por mujeres, nacieron con propósito, y llevan el sello de Empresas B. Pero sobre todo, comparten la convicción de que los negocios pueden —y deben— ser una fuerza positiva para la sociedad y el ambiente.
Desde tejidos milenarios a envases que se convierten en tierra, pasando por prendas que encuentran nuevas infancias, estas marcas argentinas van más allá. Cuidan el planeta, y también, lo reimaginan.